pero sin alcanzar el podio, caigo y vuelvo a empezar,
sin importar esta vez lo que luego pasará.
El sol ignora mi rencor, o al menos eso intenta,
quemándome el alma de una manera muy violenta.
Distante el fuego no me quema, sino que me evita;
los pies no me responden, poco a poco se debilitan.
Mi amor por ella perdura, y mis labios llenos de amargura,
tratan de olvidar aquella quemadura, ocasionada por el rencor,
de tus labios llenos de almidón, y duros como una fruta que aún no madura.
El silencio deja de ser abstracto aunque la muerte sigue siendo inevitable;
y mi corazón, como ya no es amable,
quiebra su caparazón, para dañar la razón de aquella carta quemada,
de tu mirada enamorada y de tus ojos en llama.
En el profundo mar azul trato de ahogar mi odio,
y esta vez por fin alcanzo el podio
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